sábado, 28 de noviembre de 2009

la niña de los cabellos sucios y el corazón límpio


NIÑA DE LOS CABELLOS SUCIOS


No te conozco, no sé siquiera tu nombre
pero te llevo conmigo desde que te vi
tenías el temor en tu mirada suplicante
y esta quedo grabada dentro de mí.

Pobre niña de los cabellos sucios
triste niña de bellos ojos limpios
de harapos vistes tu cuerpo
tu alma envuelves en desaliento.

Todavía siento en mí tu mirada
noto en mi corazón tu súplica
desearía volver para conocerte
estar junto a ti para socorrerte.

Pobre niña de los cabellos sucios
triste niña de limpios sentimientos
vestida de harapos yo a ti te quiero
mío quiero que sea tu desaliento.

Únicamente me queda de ti tu recuerdo
y una fotografía que no cansa al mirar
un vínculo entre ambos abierto
para mí nueva manera de amar.

Pobre niña de los cabellos sucios
triste niña de futuros inciertos
los harapos tu cuerpo cubriendo
tu alma, mi corazón envolviendo.

Texto y foto; Miguel Adrover Caldentey

Dedicado a aquella chiquilla sin nombre con la cual me crucé junto a la Puerta de Mumbay, cogió mi mano y me pidió champú para poder lavarse.

Y mientras caminaban juntos, después de pensar un rato en la pregunta que le había hecho, le dijo, -¿compartir, que puedo compartir si nada puedo ofrecerte?-
“No te pido que me des nada, solo quiero compartir;”
-Nada tengo para poderlo compartir.-
Entonces el la miró, y mientras miraba la profundidad de sus ojos le dijo:
-Una sonrisa, una alegría, la tibieza de un rayo de sol, la explosión de una carcajada, el brillo de las estrellas, el último rayo de sol de un día, el canto de un pájaro, el temblor de una gota de rocío al amanecer, el milagro del vuelo de una mariposa, la ternura de un abrazo, el calor de tu cuerpo, la suavidad de un beso, la complicidad de un gesto, la búsqueda de un ideal, miles de cosas tienes para compartir, y el día en que los dos busquemos las lagrimas en nuestro interior, entre los dos encerraremos la tristeza en la cárcel de nuestro pecho, y de nuevo, volveremos a compartir el camino, juntos de la mano, mientras miramos como el horizonte se aleja al mismo paso que nosotros avanzamos.-

Texto y foto. Miguel Adrover Caldentey