sábado, 19 de junio de 2010

Causa y consecuencias

Para finalizar esta serie de posts sobre los emigrantes y refugiados hoy voy a intentar acercarnos un poquito a las causas y consecuencias.



En esta última década la emigración ha sido tan brutal que en 2007 se cruzo por primera vez en la historia el umbral según el cual el 50% de la población mundial reside en ciudades. Un umbral que se consideraba imposible hasta hace pocas décadas y cuyo parámetro de seguimiento demuestra unas pautas divergentes, ya que si a mitad del siglo XX las ciudades del hemisferio norte del planeta eran las que crecían con rapidez, a finales del siglo frenaron su crecimiento y ahora pierden habitantes, las ciudades del hemisferio sur en la actualidad crecen a un ritmo devastador, y que no pueden hacer frente a dichas pautas de crecimiento ya que no son capaces de dar servicios mínimos a los que diariamente llegan. Consecuencia, hacinamiento, extrarradios convertidos en enclaves chabolistas, insalubridad con crecimiento de enfermedades contagiosas o epidémicas, etc.

El hemisferio norte, vive actualmente un pequeño éxodo de sus ciudades, no de los hábitos urbanitas de sus ciudadanos, si no que debido a la evolución tecnológica y de la globalización, cada día es más fácil poder tener el puesto de trabajo en casa, comprar por catálogos virtuales, desplazarse con últimas tecnologías, vivir aislado en un mini ambiente urbanita de gran ciudad en una pequeña urbanización a cientos de km. de la urbe. Lujos disponibles para unos pocos que una vez más se desplazan para aislar o esterilizar su entorno. También existe un pequeño movimiento que busca de nuevo volver a reencontrar los vínculos rurales, desencantados de la creciente masificación de las ciudades y, aceptémoslo, la peligrosidad y aumento de violencia que existe en algunas.

El éxodo en el hemisferio sur viene dado por la creencia de que las ciudades son garantía de oportunidades, garantía de un futuro mejor, realmente muy pocos son los que consiguen dicho objetivo, más de un 90 % de los recién llegados en estas condiciones, desplazados de una zona rural sin tener recursos económicos para alquilar una vivienda ni estudios o capacitación laboral, terminan aumentando los enclaves chabolistas del extrarradio, mendigando o en ambientes marginales, gran parte de ellos decepcionados cuando tiene oportunidad, buscan emigrar hacia otros países, sin tener tampoco ninguna garantía de éxito.

También hay que tener en cuenta que hay países cuya pobreza es tal que los emigrantes no se pueden detener en su interior ya que no hay posibilidades para ellos, esos emigrantes buscan trabajo más allá de sus fronteras, actualmente se considera, según un estudio de Naciones Unidas, que las personas emigrantes de países pobres envían anualmente a casa remesas de aproximadamente 300 billones de dólares, tres veces más que la ayuda global internacional que se destina a dichos países. Hay que destacar que un 15% de los países del mundo reciben el 80% de emigrantes, y de ese 15% sale el 90% de las remesas económicas enviadas a casa.

El temor actual es que estemos únicamente a las puertas de lo que puede ser las mayores migraciones de la historia, ya que este movimiento social y de hábitos planetarios esta provocando incidencias sobre los ecosistemas y sobre el medio ambiente a causa de la perdida de biodiversidad, en concreto la perdida de productividad de los campos, la desertización por las emigraciones, la deforestación de selvas y bosques tropicales en Brasil, en Camerún e Indonesia para ganar terrenos de cultivo debido al aumento de demanda de productos básicos que antes se cultivaban y ahora se compran, la deforestación de bosques para la industria papelera, concentraciones de ganado en explotaciones ganaderas que son únicamente granjas, mientras que los campos han perdido ya todas sus ovejas, cabras, vacas o simples gallinas que ayudaban a mantener fértil la tierra.

Estas acciones tienen una incidencia brutal sobre dos aspectos que afectan a nivel mundial, el primero sobre los pueblos indígenas que viven en las selvas y bosques tropicales, dichos pueblos se enfrentan a la inminente amenaza de perder su medio de vida, su cultura y su lengua. (Sobrecoge saber que la mitad de las 6700 lenguas que existen en el planeta están en peligro de desaparición antes de que acabe este siglo). La segunda y que nos afecta a nivel planetario es la incidencia directa sobre el calentamiento global del planeta, por un lado la pérdida de masa arbórea y de grandes extensiones de selva a la vez que aumentan las emisiones de CO2 conjuntamente en las grandes urbes, si no se controlan de manera inminente, se estima que aceleran los efectos combinados de la fusión de los casquetes polares y la dilatación térmica del agua, esto provocará un aumento del nivel de los mares en más de un metro a finales del presente siglo.

Las primeras victimas de este aumento del nivel del mar serán las pequeñas poblaciones que viven en pequeñas islas y ciudades costeras, para el año 2100 ese aumento podría sumergir grandes zonas de muchos países y poblaciones enteras, los habitantes de dichas zonas, sin ser responsables de este calentamiento global serán las primeras víctimas de una nueva migración que probablemente cambie de nuevo la fisonomía del mundo como actualmente lo conocemos si no se pone remedio antes.



Ojala seamos lo suficientemente civilizados para evitarlo y sepamos conservar un planeta que es nuestro lugar de vida, y que en ningún caso se nos ha dado en propiedad.



Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey

jueves, 17 de junio de 2010

Refugiados, emigrantes forzosos.

En la actualidad es muy difícil determinar con exactitud el número de emigrantes forzosos que existen en el mundo. Esta emigración, muy diferente a la emigración social, está llenando los horizontes de campos de refugiados, ya que debido a las causas de dichos desplazamientos, estos emigrantes forzosos suelen ser comunidades y familias afectadas por una causa externa, socio política, militar, de persecución étnica o desastre natural que les obliga a un desplazamiento inmediato y siempre con destino y futuro incierto.

De estos emigrantes forzosos existen claramente diferenciados dos grupos, los que pueden acogerse al status de refugiado y los que no. La Convención de Ginebra de 1951, todavía hoy el principal instrumento para la protección de refugiados, define a un refugiado a “alguien que huye de su propio país por un temor bien fundado de persecución policial por motivos de raza, religión, membresía de un grupo social concreto o tener una opinión política”

Esta definición genérica de los refugiados deja fuera de dicho status a todos los que han huido de desastres naturales, o que, a pesar de ser perseguidos quedan enclavados en zonas delimitadas a modo de ghetos en su propio país. Recordemos que los desastres naturales y la extrema pobreza han provocado millones de desplazamientos, auténticas migraciones en los últimos años, millones de personas que han debido abandonar lo que hasta el momento había sido su hogar, se han quedado sin nada y en la actualidad no pueden beneficiarse del status de refugiado, lo que les reportaría una serie de derechos que ahora no tienen.

En lo referente a refugiados por motivos políticos o sociales, se calcula que existen unos 20 millones por todo el mundo, entre los cuales, como colectivos más importantes se contemplan 4’5 millones de palestinos, 3 millones de afganos y más de dos millones de iraquíes. Entre estos refugiados solo una pequeña porción de los que buscan asilo político lo consiguen, normalmente después de un largo peregrinar por embajadas y ser derivados de un país a otro, ya que los gobiernos desean evitarse conflictos diplomáticos.

A este grupo deberíamos añadir otros 25 millones de personas que no pueden acogerse a la clasificación de refugiados ni solicitar asilo porque han quedado atrapados o desplazados dentro de sus mismos países, entre los que se encuentran 6 millones de sudaneses, 3 millones de colombianos, 2’5 millones de iraquíes, medio millón de saharauis y un número indeterminado de tibetanos al igual que de cubanos.

En el otro grupo, el de desplazados por desastres naturales y por extrema pobreza según fuentes de Cruz Roja podría suponer alrededor de treinta millones de personas en la actualidad, y mientras el número de emigrantes forzosos por este motivo sigue aumentando los planes de asilo temporal y de ayudas puntuales están sufriendo una grave crisis y recortes presupuestarios.

Esta situación, nos da que pensar si realmente la ley internacional de refugiados en vigor, creada en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial no está ya obsoleta, ya que parece incapaz por si misma de responder eficazmente a la realidad actual de estas migraciones forzosas que se dan en el mundo. Dicha ley debería ser una garantía de que todos los seres humanos que deben huir por cualquier causa de su hogar puedan mantener su dignidad como personas.

Por desgracia parece ser que los organismos mundiales no están por la labor, quizá maniatados por intereses entre países o por cortesías que desconocemos entre ellos, pero hasta el momento nadie ha solicitado una revisión de esta ley que lleva camino a convertirse en una de las más antiguas y desfasadas de la ONU.

Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey

miércoles, 16 de junio de 2010

Los muros de la vergüenza

Una vez más deberíamos replantearnos si realmente en pleno siglo XXI la humanidad es tan civilizada como queremos deseamos creer.

Han transcurrido ya veinte años de la caída del muro de Berlín, abanderado por todos como la eliminación del último símbolo de la separación cultural y social de una nación y por ende considerado como la eliminación del último elemento físico opresor de la población europea. La demolición del muro de Berlín se convirtió en un liberación cultural, política y social entre Europa y los países del Este, festejado a lo largo y ancho del Continente, con la destrucción del muro físico, la unión de un continente tuvo su imagen simbólica, fiestas, publicidad, brazos abiertos a países y repúblicas ex soviéticas, la caída del telón de acero, final de la guerra fría, y sobre todo, lideres políticos abrazados y trozos del muro vendidos como souvenir, y otros dejados en pié para que nunca volviera a repetirse la historia, ¿Cuántas veces habré oído esta frase?

Y que aprendimos de esa historia, que los habitantes de aquellos países deseaban entrar en la sociedad del bienestar y del consumo. Intentar una emigración que para ellos significaba una nueva manera de intentar abrirse hueco en una sociedad que acaparaba la mayor parte de la economía y a la que no habían podido acceder desde la segunda guerra mundial.

Esta migración, no únicamente desde el este de Europa, sino desde países del África Subsahariana, de Asia y de Latinoamérica revolucionó sobremanera a las sociedades más ricas, ya que cuando los inmigrantes llegaron a los países con economías más fuertes fueron empleados, legal o ilegalmente en los trabajos que los de allí no deseaban, los trabajos peor remunerados y de menos categoría social, y todo iba bien, hasta que la crisis nos ha obligado a replantearnos que ni todos podemos ser médicos, ni controladores aéreos, ni tan siquiera abogados o notarios, y ahora los inmigrantes que en su día cubrieron las plazas que nadie quería y no son tan bien vistos.

Pongo este ejemplo porque es el que más próximo geográficamente me queda, aunque en América, Asia y África se dan los mismos problemas y en parecidas escalas.

Y porqué hablo de el muro, pues sencillamente, porque desde la caída del muro de Berlín se han construido más de una docena de muros para frenar la entrada de inmigrantes a aquellos países que comparten frontera con estados más pobres, y al parecer, estas construcciones físicas para delimitar territorios irá en aumento.

Encontraremos alambradas, barreras o muros de la vergüenza entre Estados Unidos y México, entre China y Corea del Norte, India y Bangladesh, Bostwana y Zimbawe, Israel y Gaza, España y Marruecos, Arabia Saudita y Yemen, etc., además de medio centenar de fronteras militarizadas que impiden el libre transito de civiles.

Esta situación se da en una sociedad que se autodenomina plural, multicultural y que aboga por la globalidad, ¿la globalidad de qué?

Según los dirigentes de estos países que construyen un vallado a su parcela geográfica, es totalmente legítimo proteger sus fronteras de los flujos de inmigrantes sin documentación, también según ellos estos elementos físicos de contención cumplen una función simbólica y disuasoria contra los ilegales.

Y de nuevo me pregunto, ¿realmente hay alguien ilegal en el mundo?, quién repartió los territorios, quién marcó las fronteras, muchas de ellas impuestas por países invasores que dividieron los territorios conquistados sin ningún respeto a las sociedades étnicas, culturales o raciales que poblaban ancestralmente esas tierras.

Esta claro que la inmigración ilegal, el flujo migratorio de los que menos tienen, no lo parará un muro, siempre habrá quien lo intente a costa de su vida, quien lo consiga, y por desgracia, quién se beneficie y lucre de ello convirtiéndose en traficante de personas, ocultándoles en fondos de camiones de carga, en marchas suicidas a través del desierto, o en pateras cuyas posibilidades de llegar a la costa son prácticamente nulas, u ofreciendo a chicas jóvenes la posibilidad de triunfar para finalmente terminar en la esclavitud de un comercio repugnante, el de la trata de blancas.

Por desgracia, el miedo a perder la vida no detiene al desesperado, y esa necesidad es una fuente inmensa de riqueza para auténticos traficantes de seres humanos sin escrúpulos, muchas veces actuando conjuntamente en connivencia con alguno de los que desean que las fronteras sean infranqueables, pues de esa manera él tiene garantizada una suculenta gratificación por hacer la vista gorda.



Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey

martes, 15 de junio de 2010

Emigrantes.

Este es el primero de una serie de post a modo de artículo que subiré sobre los flujos migratorios y sus repercusiones sobre el planeta y la sociedad. Espero que los encontréis interesantes, por mi parte creo que si lo son, por eso quiero compartirlos con vosotros.



Hoy en día la población mundial es inestable y está en un movimiento constante y de ritmo ascendente, no podemos seguir imaginando un mundo donde las fronteras son líneas divisorias que sujetan las colectividades humanas de los países como los conocemos. Comunidades enteras están en un momento crucial de su existencia.

Desde hace 25 años aumentan los colectivos que deben desplazarse, son las migraciones humanas más importantes de la historia de la civilización, para que nos hagamos una idea hoy en día más de 200 millones de personas viven fuera del país que les vio nacer, una cifra que representa en la actualidad algo más del 3% de la población mundial y las previsiones apuntan a que esta cifra se multiplicará por cuatro o cinco antes del 2025.

Las razones de este movimiento brutal de la población del planeta según los estudios realizados son cuatro, la globalización de las ciudades como ejes de supervivencia, la desertización de terrenos hasta hace años productivos, las guerras y persecuciones étnicas, religiosas o sociales, y la crisis económica en regiones o países enteros.



De estas cuatro razones dos son puramente económicas pero muy influyentes en las zonas de origen, ya que al desplazarse los habitantes primarios de estas regiones, la economía de dichas zonas queda a expensas del capital que desde el exterior vayan enviando los emigrantes, este flujo económico suele tener dos partes muy diferenciadas, la primera una llegada de dinero superior a lo producido anteriormente que desarrolla una aceleración económica que rápidamente desaparece ya que los emigrados en poco tiempo intentan una reagrupación familiar en sus lugares de acogida, una reagrupación que va dejando sin mano de obra dichas regiones, conllevando ello un envejecimiento de la población que queda, normalmente los que se quedan son las personas mayores solas sin familia y los pocos jóvenes que en principio no se van son desarraigados o analfabetos.



Este desmembramiento estructural de las poblaciones lleva implícita una desatención paulatina a los trabajos del campo, la perdida de las cabañas de ganado y la desaparición de industria y sobretodo, de las atenciones sociales. Lentamente los pueblos se quedan sin habitantes, las ya de por sí endebles viviendas se van desmoronando y se pierde la infraestructura social y agrícola de gran parte del territorio, abocando a la zona a una desertización o a la erosión causada por las lluvias y agentes metereológicos.

Las otras dos razones son más dolorosas y al mismo tiempo traen más complicaciones sociales, comunidades enteras que se desplazan por motivos de persecuciones o guerras y que deben buscar nuevos enclaves donde asentarse, demasiadas veces en tierra de nadie y sin ningún futuro, emigrantes forzosos desarraigados en franjas de su mismo país o en fronteras limítrofes.



Estos emigrantes, en su mayor parte mujeres y niños se convierten en una patata caliente para los países de acogida o los gobiernos que los agrupan en campos de refugiados, estos emigrantes no producen, no generan economía, y normalmente son motivo de enfrentamiento político entre gobiernos de ideología distinta, esos movimientos migratorios suelen ser originados por un aumento de la violencia bélica en la zona o por desastres naturales que causan un flujo humano hacia otras zonas cercanas que no tienen infraestructuras ni posibilidades económicas para hacerles frente, motivo de acciones puntuales de las ONGs y de muchos gobiernos, que con el paso del tiempo empiezan a solicitar que sean las organizaciones mundiales quienes se hagan cargo de dichos campos y finalmente, se convierten en enclaves humanos que nadie sabe como resolver.

Estas migraciones dejan tras de sí terrenos devastados por las fuerzas de la naturaleza que desgraciadamente nunca volverán a ser los mismos, o zonas masacradas por la guerra que tras de si deja campos llenos de minas, campos totalmente contaminados y la peor contaminación existente, odio y rencor entre etnias, religiones o razas.



Y por último la creciente desertización de grandes extensiones de terreno que obliga a sus últimos habitantes a dejar lo poco que tienen y convertirse en nómadas errantes que buscan otro emplazamiento, esas zonas cuya desertización total no se había producido por la acción de estos últimos habitantes que cultivaban, araban y malamente recogían lo poco que su tierra producía, ahora, con su desaparición porque el caudal de los ríos ya no llega como llegaba antaño, se acelerará de tal manera que en 25 años se habrá duplicado o triplicado según el continente.



Por desgracia el planeta no será ajeno a este movimiento humano, ya que la variación de las concentraciones humanas cada vez en espacios más concentrados, norte y sur indistintamente, necesitará más materia prima elemental, lo que afectará directamente a bosques y selvas, acrecentando la deforestación. Todo ello en conjunto incidirá directamente en el cambio de flujo de las corrientes de aire caliente que modificará las corrientes de entrada de aire frío sobre los océanos provocando inundaciones en zonas que hasta hace poco gozaban de una climatología benévola.

Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey