viernes, 12 de febrero de 2010

Mis pasos,,, tus huellas

Con las primeras luces, de nuevo asomado ante este balcón que da al infinito, respiro tu aroma de sal, siento que llegó el momento, el momento de partir.


Es entonces cuando el mundo se desdibuja.................siento que voy hacia ti................

nada temo.................sonrío porque nada dejo atrás.

Aprendí que al soñar algo, al imaginar algo, al desear algo y un día comprobar que ese algo se convierte en realidad, el milagro se manifiesta.

Solo, ola, tan solo......mar, tu serás mi aliado……….contigo parto hacia ti.

La lejanía se acerca, lo cercano se convierte en infinito, y es entonces, cuando ves que cielo y mar se funden,,, y ves ese milagro, mientras te sientes acariciado por las suaves olas, que van borrando las huellas de un pasado que te persigue.

Son mis pasos, son tus huellas..........es nuestro camino

Texto y foto; Miguel Adrover Caldentey

jueves, 11 de febrero de 2010

Allí


Siguiendo tu mirada se donde quiero estar, no se que miras, pero me gustaría estar allí, acercándome a ti, viniendo hacia ti.

Quizá un día pueda venir, y comprarte esas hortalizas, de ese modo tu podrás hacer lo que debes a tu edad, jugar, y me dejaras participar en los juegos contigo, aunque deberás enseñarme a divertirme, a disfrutar de los pies descalzos y del barro, a saborear las bayas del bosque, y a ver a la ranas en la charca, deberas enseñarme todo ello, porque en mi mundo ya lo he olvidado.

Texto y foto; Miguel Adrover Caldentey

miércoles, 10 de febrero de 2010

La soledad entre las multitudes

A veces la más triste de las soledades es la que se vive entre multitudes. No siempre la soledad es el no tener alguien al lado, demasiadas veces es no tener nadie con quién hablar, con quien compartir,  por esto hoy he titulado así post.



Hubo una vez alguien que saliendo del emblemático edificio donde vivía se fijó que allí delante había un señor que encima de la solapa de su americana negra se le había quedado prendido un retal de hilo rojo. Aquel trozo de hilo destacaba sobre la tela negra pero el que lo llevaba prendido no podía verlo.

Dirigiéndose a él le dijo; “perdóneme buen hombre, pero es que lleva un retal de hilo en la espalda” y alargando la mano se lo quitó y lo tiró al suelo.

Aquel señor, agradecido, le dio amablemente las gracias y entabló una conversación banal con él. Hablaron unos momentos del tráfico, del tiempo y de lo cara que se había puesto la vida.

Hasta que, delicadamente, le dijo que, sintiéndolo mucho tenía que seguir su camino, que había sido un placer, pero que debía marcharse.

Momentos después, cuando hubo cruzado la calle, se giró para despedirse de ese hombre, moviendo su mano.

Para sorpresa suya, vio como aquel hombre recogía delicadamente

aquel hilo que él le había quitado y volvía a dejarlo caer sobre la solapa de su chaqueta negra.

Intrigado, esperó a ver que hacia después. Al cabo de un momento, otro viandante se paró junto a aquel hombre y prácticamente repitió los mismos pasos que él había realizado momentos antes: le retiró el hilo, hablaron unos momentos, y luego se despidieron.

Momentos después de la despedida, cuando creyó que su otro interlocutor ya no le veía, aquel hombre volvió a recoger el hilo rojo, y la situación fue repitiéndose una y otra vez.

Al fin entendió que lo que estaba haciendo aquel hombre del hilo era conseguir unos momentos de compañía, unos momentos de conversación. Sentirse parte de aquella ciudad.



Texto y foto: Miguel Adrover Caldentey

martes, 9 de febrero de 2010

Un destello con Jorge Bucay (el dolor de perder a alguién muy querido)

Jorge Bucay, psiquiatra y escritor de libros de autoayuda vendidos en numerosos países de los distintos continentes, me contaba en una sus últimas visitas a Mallorca y en la que tuve el placer de poderme reunir con él, además de entrevistarle para la emisora de radio en la que yo estaba trabajando en esos momentos, una historia que refleja el dolor de los padres que pierden a sus hijos y que puede extrapolarse a todos los que pierden a alguien muy querido. Esta historía la reflejé también en mi libro “Cuentos de sabiduría” (editorial Heptaseven), Jorge me decía así:




—Tenía un paciente que había perdido a su hijo. A la vista del profundo dolor que le embargaba, del que no podía sobreponerse de ninguna manera, decidí jugarme una carta a ciegas. Mintiéndole le
dije que él podría curarse, que con un medicamento podría evitarle ese terrible dolor que sentía.

Un dolor que mi paciente, se veía incapaz de soportar y quería sacarse de dentro, me comentaba que le era imposible seguir viviendo arrastrando ese dolor en su corazón.

—Entonces, a sabiendas de que le mentía, pero para adentrarme en su dolor y poder actuar sobre él, le dije. —Dispongo de una medicación cuya receta he traído de un lejano país y, si la tomas, es una medicación te quitará todo el dolor de la pérdida del ser querido. Pero también, te advierto, ese medicamento tiene una contraindicación: Si lo tomas, desaparecerán todos los recuerdos de tu hijo, no recordarás haberlo tenido, ni haberlo visto crecer, no recordarás nada de él. Al no recordarlo, tampoco podrás recordar el vacío que ha dejado en tu corazón. Así que no tendrás ningún dolor porque para ti no habrá existido.
Me contaba Bucay que aquel padre desistió enseguida de tomar ningún medicamento y optó por recordar todo lo bueno que la vida le había permitido compartir con su hijo y aceptar su perdida.

(permitidme que dedique este pequeño destello a Jauroles, por lo difícil que es ayudar a compañeros que están en situaciones en la que es difícil comprender el mundo.)

domingo, 7 de febrero de 2010

La espiral de la vida

Despierta, que el sueño paraliza.


Actúa, que la inercia no produce nada.  

Espera, que todo tiene su momento.

Contrólate, que conseguirás vencer.

Da mucho, que lo recibirás multiplicado.

Sigue, sigue adelante, y llegarás.

No dudes, lo lograrás.

Espera, manten la paciencia, ya llegará.

 
Texto y foto; Miguel Adrover Caldentey