jueves, 21 de enero de 2010

Un día rebotado



Cuando empecé este blog lo hice con el ansia de que fuera un lugar donde poder plasmar mis impresiones, mis emociones, mis dérias, poesías, relatos, y entre otras cosas, también mis cabreos, porqué no.


Todos habréis advertido que es como una especie de batiburrillo que no sigue una edición lineal, salto de un tema a otro, cambio de temas constantemente, es algo asi como reflejar mi estado diario, variante y variable como el de muchos de vosotros, supongo.

Me encanta acompañar los textos con fotografías, sumergirme de tanto en cuando en la naturaleza para refrescarme bañándome en ella, dejar posts más serios, otros más irónicos, según me viene.

Pero aún así, a veces siento la necesidad de desahogarme, de levantarme y dar ese puñetazo en la mesa que comparto conmigo mismo al darme cuenta de la gran trampa en la que nos está sumergiendo esa sociedad en la que vivimos y que nos ofrece un horizonte dorado sin que nos apercibamos de que ese reflejo es del oro de los barrotes con que nos han encerrado.

Porqué hoy, no lo sé, quizá por el cabreo acumulado, después de ver una y otra vez como cuando rascas el encerado, la podredumbre esta por todos lados.

Me indigna leer que los bancos cobran comisiones para gestionar los ingresos que los particulares realizan en las cuentas abiertas de ayuda a Haití. Que si, que han dicho que si se reclama las quitan, que son fallos puntuales, que intentaran mejorar el sistema, que bla, bla, bla,,, sabéis que creo, que al final se quedaran con todas las posibles.

Me indigna que las imágenes que vemos continuamente en TV sea la de helicópteros de guerra desembarcando marines en ese país, todos sabemos cuando llegan, ¿quién sabe cuando se irán?

Me indigna que ya haya empresas multinacionales frotándose los dedos para poder entrar en el pastel de reconstrucción de las infraestructuras más importantes antes de que siquiera los heridos hayan podido ser atendidos.

Y cuando uno empieza a tener los cables cruzados por tanta indignación, todo se solivianta en su mente, y el proceso continua.

Me indigna que cuando voy a comprarme un DVD virgen para poder archivar mis fotos, me cobren un canon desde la SGAE porque se da por hecho que voy a bajarme una película de Internet.

Me indigna que compro una memori stick y me cobren casi el doble de su valor por el mismo canon.

Me rebelo y quiero comprarme folios en blanco, y resulta que estoy adquiriendo un objeto potencialmente peligroso porque supongo que creen que fotocopiare la biblia en verso, se dá por hacho que soy un peligro potencial para no abocar a los creativos, músicos y escritores del mundo mundial a la bancarrota.

A alguien se le puede ocurrir la simple idea de que lo “necesito” para mi uso personal, para mis cosas, o que quizá todavía soy un nostálgico que me gusta ver el trazo de la tinta sobre el papel.

Sigo en mi rebeldía interna y escucho que la Sociedad General de Autores quiere cobrar también un canon a las peluquerías de Cataluña por tener música ambiental o sintonizada una emisora de radio, anda que…

Y recibo una llamada del banco que mi debo 3 euros a la seguridad social, que vaya a cubrir ese desfase o podrían embargarme todas mis cuentas, me indigno de nuevo, al mismo tiempo están emitiendo un programa por la radio que a tal empresa multinacional la seguridad social le aplaza un pago de millones de euros que afecta a los seis mese de las cuotas de sus trabajadores.

Miro mi bolsillo, en el descansa un billete de avión comprado al contado de una compañía que ha dado quiebra cuyo dueño es actualmente el director de los empresarios de España y cuyos aviones no volaran más, tampoco puedo reclamar que me devuelvan el importe porque no realice el pago electrónicamente.

Si, debo ser uno de esos que todavía desconfían de tarjetas y documentos de identidad electrónicos, ¡haberlo pagado con VISA o por transferencia! Ahora resulta que el dinero físico no tiene el mismo valor, toda la vida había creído que si.

Y me indigna, que veo como mi pequeña empresa se mantiene a flote más mal que bien pero intento sacarla adelante, y cada vez que solicito una ayuda a un banco me cierran las puertas en la cara, voy a negociar un pagaré y me dicen que es inviable, solicito un aplazamiento y me dicen que los plazos están para cumplirlos, pero que si quiero, me pueden ofrecer gestionarme la compra de un nuevo coche con el Plan E que me ahorra dos mil euros por parte del estado y otros dos mil de parte del concesionario.

Y al final, vuelvo a casa ahora, enciendo la tele, en fin, voy a relajarme un rato, y veo como Carmele Marchante encabeza con mucha ventaja la lista de votaciones para decidir que representante español será el encargado de defender a España en Eurovisión con la canción soy un Tsunami.

Si es que,,,,



Texto y foto; Miguel Adrover Caldentey

martes, 19 de enero de 2010

¿Soledad o inicio?

A veces una imagen se une con las palabras, a veces un paisaje tiene mensaje, volví a ver estas fotos, una tomada en el desierto de Marruecos, (la de la nieve), la otra en Cala Mondragó, después de la temporada turística del verano mallorquín.


Al revisarlas pude ver que ambas me evocaban la soledad, pero creí entender algo, que la soledad es nuestra, y que muchas veces únicamente es el inicio de una búsqueda.







Buscaba un hada

y te encontré a ti

buscaba el camino

y encontré tu mano guiándome

buscaba apaciguar mi sed

y encontré tu pozo de agua cristalina

buscaba las estrellas

y encontré tu luz

quise huir del silencio

y encontré tus palabras

quise huir del ruido

y encontré tu sosiego


sentí vértigo

y encontré tu calma

sentí miedo

y encontré tu paz

estaba perdido

y te encontré a TI.






Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey

lunes, 18 de enero de 2010

Una nariz roja y unos zapatos grandes


Para uno de los colectivos que más admiro, ya que consiguen

sonrisas donde hay dolor, ya que consiguen que la magia llegue

donde únicamente hay batas blancas, escribí:



“Hubo una vez un hombre temeroso de Dios, un hombre que

cumplía los preceptos de la religión, pero que encontraba a faltar

algo. Tenía dentro de sí una necesidad. Él la sentía, a pesar de no

saber exactamente cuál era.

Cuando aquel hombre vio que el Creador se dirigía hacia él, se

asustó. No sabía qué hacer ni cómo actuar, pero aún así esperó su

llegada; quería saber qué pasaría.

El Señor miró a uno y otro lado, fijó sus ojos en él y sin darle tiempo

a reaccionar le preguntó:

—Amigo mío, ¿cuál es la mayor ilusión que puedes tener a lo

largo de tu vida?

Cuando escuchó la pregunta que le había hecho el Señor, sabiendo

que no era cuestión baladí la respuesta, buscó en su interior y

enseguida contestó.

—Oh Señor, yo no tengo como meta ni fin comprenderte a Ti

ni a tu Creación. El universo, el infinito y hasta el mundo donde

vivo son cosas demasiado grandes para ser comprendidas por mi.

Se escapan a mi entendimiento. Pero sé que si las creaste fue por

alguna razón.

Tampoco tengo como intención comprender el dolor y el sufrimiento

de los hombres. Quiero creer que si los pusiste en este

mundo, lo hiciste por alguna circunstancia, aunque no pueda entenderlo.

Pero me gustaría poder aliviar el sufrimiento a los más pequeños.

Me gustaría poder hacer sonreír a los niños que están enfermos, me

gustaría poder cambiar este sufrimiento y ese dolor por la alegría de

una sonrisa, abrir una ventana de esperanza en sus corazones, aunque

fuera por unos minutos.

—Entonces, ¿Por qué no lo haces? —Le preguntó el Creador.

—No tengo ni instrumentos ni medicinas, no tengo estudios, no

soy médico ni enfermero, te prometo que si pudiera, lo haría.

—Tienes lo mejor que puedes utilizar para conseguirlo, con ese

poder puedes mejorarlo todo.

—No te entiendo, únicamente tengo una nariz roja y unos zapatones

muy grandes. Se reirán de mí.


—Hazlo así, hazles reír, cada sonrisa suya, será también una sonrisa

mía.




(Dedicado a La Sonrisa Médica, payasos de hospital que saben

cómo conseguir hacer reír a todos los pequeños que tienen que

pasar por una clínica).

Texto; Miguel Adrover Caldentey
Ilustraciones; Internet
http://www.sonrisamedica.org/

domingo, 17 de enero de 2010

Delante de ti, yo me senti...



Delante de ti me sentí tembloroso,


cual hoja trémula de árbol por el viento azotado,

luchando por no dejarse arrastrar

hacia un futuro bello pero incierto,

un futuro sin promesas pero con esperanzas,

un futuro por el viento labrado

desde antes de brotar la hoja.




Delante de ti yo sentí miedo,

cual chiquillo solo en noche oscura,

luchando para vencer sus terrores

nacidos en un ambiente tenebroso,

pues todavía desconoce que las tinieblas

desaparecerán con el nuevo día

envolviéndole de nuevo la luz tranquilizadora.





Delante de ti yo sentí pena,

cual humano ciego y sordo,

que no ve ni oye los lamentos del mundo

nacidos de las gargantas de los marginados,

nacidos de los corazones de los indigentes,

que a través de la impotencia

siguen reclamando una débil esperanza.




Por eso yo quiero cambiar,

ahora que ya te conozco,

seguir el destino que me marque el viento

a pesar de no conocerlo de antemano,

quiero penetrar en tu noche

sin saber si amanecerá de nuevo,

sublevarme contra tus sufrimientos

darte parte de mis esperanzas.



Compartir los sufrimientos


No ceder a los acontecimientos

Olvidar el, “ya todo esta perdido”

Abrir un nuevo sendero,

Volar libre con los pájaros

Sentir renacer las ansias de vivir.






Las ansias de restituir

todo el daño que pude hacer

la voluntad de intentar

explicar lo inexplicable

la decisión de experimentar

el tacto de lo intangible

la ilusión de hacer

realidad lo irrealizable.



La esperanza de ver


una humanidad más sociable,

de donde hayan desaparecido

antiguos oscurantismos

dando paso a la fe en la persona,

creyendo en el ser humano

olvidando colores,

olvidando rencores,

cultivando amores.



Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey