jueves, 26 de agosto de 2010

Viaje interior 4 (La aceptación)

Uno de los puntales de cualquier viaje interior es aceptar, aceptación de uno mismo y la aceptación del otro, o de los demás.

Para llegar a este punto, por obligación tenemos que pasar por otros dos anteriores, el primero es quizá la parte básica, la que es cerebral, la racional y que se aprende, esta es la de entender, yo te entiendo porque hablamos el mismo idioma, te entiendo porque me has explicado el porqué, como y quizá también el cuando, puedo entender lo que me dices, lo asimilo y puedes convencerme con tus argumentos, porque los entiendo.

La segunda fase, es ya más de corazón, más interior y más de cada uno y de su mentalidad, es la del comprender, yo puedo comprender tus razones, puedo hasta ponerme en tu sitio y quizá mi forma de actuar, de obrar sería la misma, puedo decirte que sientes, porque en tu situación creo sentiría lo mismo, o porque quizá alguna vez sentí lo mismo que estas sintiendo. También puedo comprenderte, comprender tu manera de pensar, de sentir o de actuar y si fuera yo actuaría de forma completamente diferente, pero puedo hasta comprender tu enfado, tu ira, tus reacciones ante un nuevo amor, puedo comprenderte por tus reacciones aunque no entienda ni el porqué, ni tu idioma, ni tu cultura, pero el comprender es emocional, y en esa emoción soy capaz de comprenderte.


Pero ¿soy capaz de aceptarte? Cuando se produce la aceptación, aceptar es caminar varios pasos más allá en el viaje interior de uno mismo, aceptar al otro es ser capaz de dejar de lado lo que eres, dejar de ser racional y examinar cada porqué, desvincular mi enfrentamiento interior con lo que tu pienses o hagas, aunque no este de acuerdo, no lo entienda, no lo comprenda ni lo justifique.

En ese momento, cuando dejo atrás el entender y el comprender, cuando no los necesito para aceptarte, realmente he conseguido verte como eres, entonces quizá se produzca que seamos amigos, o no, quizá nuestros caminos se crucen cada cierto tiempo, o no, quizá tengamos una afinidad mayor, o no, pero en mi interior desaparecerá hasta el último esbozo de querer juzgarte, te aceptaré como eres, no desearé que cambies, ya que te estaré aceptando como eres realmente, si cambias será porque tu quieres, cuando tu quieras, como tu quieras. Si ese cambio se produce, se producirá por ti mismo, no por mis deseos, ni buscando una modelación.


Aceptar es sencillamente eso, aceptar que no somos iguales, aceptar las imperfecciones mías ante ti, y si las tienes las tuyas, aceptar tu manera de pensar sin cuestionarla, aceptar que eres diferente, sin prejuicios ni condicionamientos.

Aceptar es el primer paso para dejarse aceptar.

Me decía una persona vinculada a ese viaje interior que intento llevar adelante, y que para mi es muy importante en este camino, Ganda Salóm, que a ella "nadie le había dado el título de juez, que no llevaba toga y que en cualquier viaje interior el día más importante es el día que aprendes a no juzgar a una persona por lo que te gusta o no de ella, el día que aceptas que esa persona es una, que no puedes amar a un 60% de ella mientras que el restante 40% te resulta molesto, es imposible separar el todo, ese todo tiene que ser aceptado, solo entonces podrás ver que no es como te gustaría al 100%, pero no tiene porque serlo, ni es como quisieras, ni como te conviene o quizá ni siquiera es como necesitas que sea, ni tiene porque serlo, ni esforzarse en parecerlo".


Entonces, solo entonces, se produce esa aceptación de que esa parte que no vemos del otro, esa que permanece oculta ante los demás, y que los demás tampoco ven de nosotros mismos, forma parte de ellos, de ese todo, solo entonces lograremos el desapego racional de ir buscando una perfección, búsqueda que a la larga se convierte en una amarga sensación de que del otro nos falta algo pues estaremos buscando, no lo que vemos, entendemos y comprendemos, sino lo “que le falta para ser perfecto” será como si únicamente viéramos la perfección en la luna los días de luna llena.



Un saludo a todos

Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey

lunes, 23 de agosto de 2010

Viaje interior 3 (La comunicación)

El sábado por la noche, por motivos laborables estuve cubriendo la información de un concierto de Daniel “Mono loco” Carbonell, internacionalmente conocido como Macaco, era la presentación de su último trabajo, “Puerto Presente”, miles de personas congregadas para disfrutar del mestizaje de sus ritmos, miles de personas dispuestas a disfrutar de sus letras.

Con las primeras luces del escenario, una voz en off recita un proverbio árabe: “el pasado ha huido y lo que esperas está ausente pero el presente es tuyo”. Palabras sabias que Macaco suscribe convencido de que el hoy, el ahora, atesora el único bien que el hombre posee, que es nuestra mayor posesión, por encima de todas las demás, el ahora es nuestro, y en nuestras manos está el aprovecharlo, por eso el repite incesantemente, “aquí, y ahora,,, aquí, y ahora”.

Pronto, el público empieza a sentir la fuerza de su mensaje, enarbola una bandera,,, dos colores, azul y amarillo, Macaco se dirige al publico, “no, no me gustan las banderas, no me siento identificado con un pedazo de tela que impone limitaciones, pero cuando descubrí esta, me llamó la atención, en el código marítimo significa,,, Quiero comunicarme”,,, Las referencias al medioambiente, a la Pachamama, a los refugiados, a la Tierra, una tras otra van llegando a su gente, ha conseguido comunicarse.

Durante más de una hora y media, Macaco, desde encima del escenario lanza su mensaje, un mensaje reivindicativo hacia la persona, hacia la Tierra, hacia nuestro futuro. Y la gente lo recibe, bailando, coreando las letras, paseando, liando un cigarrillo, o besando a su pareja, el mensaje está ahí, se ha establecido una comunicación a pesar de no haber un dialogo.

Después del concierto, llego a casa, mientras trabajo en el artículo que tiene que publicarse en el periódico, voy pensando en lo vivido esa noche, y recupero un texto de Jorge Bucay que habla de la comunicación, lo leo, y encuentro un paralelismo con lo vivido, en pocas palabras Bucay viene a decir que la comunicación es imprescindible no solo para romper el aislamiento personal, si no también para difundir, aprender y compartir lo que nosotros y otros están haciendo.

Toda comunicación se compone por lo menos de un emisor que a través de un canal emite un mensaje que llega a un receptor, este a su vez, cuando recibe el mensaje genera una respuesta, y todo este proceso se genera dentro de un entorno común o contexto que propicia dicha comunicación, y no siempre necesariamente verbal.

Demasiadas veces priorizamos equivocadamente el valor del emisor, del receptor, o del mensaje, cuando lo real es que si lo analizamos, nos daremos cuenta de que cada elemento es crucial para que se produzca una comunicación eficaz, sin contexto o entorno no hay contacto, no hay un canal abierto, sin ese canal el emisor no puede hacer llegar su mensaje, sin mensaje el receptor no recibe información y no puede generar respuesta, sin respuesta, no hay proceso, sin proceso, no hay comunicación.

Todo este proceso, llevado al viaje interior de cada uno, es que si queremos comprender los mensajes que nos llegan o compartir los que generamos, ya sea para aprender, para compartir, para acompañar o para sentirse acompañado, necesitamos comunicarnos, alzar esa bandera azul y amarilla, abrir nuestros canales y dejar que otros reciban el mensaje, al tiempo que nos convertimos en receptores, no importa la manera, el lugar, ni la cantidad de gente que lo reciba, si lanzamos nuestro mensaje positivo, nuestra inquietud, nuestra reivindicación por nuestro planeta, nuestro amor por el medioambiente.

De lo contrario, si lo que hacemos se queda en nuestro interior, en un cajón de la mesita de noche, o en un archivo del ordenador, por muy bien que escribamos, por muy que cantemos, por muy bien que compongamos, nadie,,, nadie, podrá generar una respuesta a ese mensaje.



Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey