viernes, 19 de febrero de 2010

Os acordáis,,,

A veces, se nos hace muy duro llevar el día a día, decisiones importantes, decisiones que sean las que sean serán difíciles, asumir riesgos por ti y los demás, resolver conflictos que son de difícil resolución para que todos queden contentos, hay tantos y tantos momentos en que el grito que saldría de nuestra garganta sería “… dejadme solo,,,”.

Pero luego llega ese punto de inflexión, y un pequeño mail hace que sonrías, el de hoy era de los juegos de nuestra juventud, allá cuando el pantalón corto era nuestro uniforme (el de los chicos).
Y en ese momento en el que empiezas a recordar la sonrisa se agranda, y profundizas más, por eso hoy os digo,,,, “os acordáis…”

Os acordáis de aquel tiempo, cuando las decisiones importantes se tomaban con un práctico "Pito-pito gorgorito... ¿dónde vas tú tan bonito?...A la era verdadera... ¡pim pom fuera!"

O de cuando se podían detener las cosas que se complicaban con un simple... "Eso no vale" ¡ Es trampa!

Los errores por graves que fuesen se arreglaban diciendo simplemente... "Empezamos otra vez"

Qué para salvar a todos los amigos en el escondite bastaba con un grito: ¡Por mí! Y luego añadíamos ¡y por todos mis compañeros!

Un simple “Tonto el último” nos hacía correr como locos hasta que el corazón se nos salía del pecho

Siempre descubríamos nuestras más ocultas habilidades a causa de un: ¿A que no eres capaz?

"GUERRA" sólo significaba arrojarse tizas y bolas de papel durante las horas libres en clase... o en la clase misma.

El negocio del siglo era conseguir cambiar los cromos repetidos por aquel que hacía tanto tiempo que buscábamos... aunque para terminar la colección siempre nos faltara uno, y ese fuera el mismo a todos.

Para la mayoría su mayor desilusión era haber sido elegidos los últimos en los equipos que se formaban en el recreo.

Todas estas simples cosas nos hacían felices, no necesitábamos nada más que un balón, una comba, un elástico, unas canicas, o una muñeca y un par de amigos con los que hacer el ganso durante todo el día... y si eso no lo teníamos, con un buen charco después de una lluvia nos apañábamos.

Por todo eso, hoy quería pediros que;

¡NUNCA PERDAMOS AL NIÑO QUE LLEVAMOS DENTRO!

Ah, y por cierto...

¡¡EL ÚLTIMO SE LA QUEDA!!

Ahora, la llevas tú...



Texto y foto; Miguel Adrover Caldentey

miércoles, 17 de febrero de 2010

La leyenda de las palomas

Cuenta la leyenda que en Capadocia (Turquía) convivían sin problema los humanos y las hadas, en esos tiempos convivían la naturaleza y su mágia en harmonía con todos los seres que habitaban el mundo, pero un día un hombre y un hada se enamoraron, lo cual estaba totalmente prohibido por ambos pueblos. Y aunque la pena era la muerte, la reina de las hadas, a sabiendas del amor que ambos se profesaban, recapacitó y perdonó a los amantes, pero para evitar que esa situación provocara el enfrentamiento entre ambos pueblos, lo que supondría una guerra fraticida, tuvo que tomar una decisión drástica para evitar que ese amor volviera a producirse.
Para ello hizo que todas las hadas se convirtieran en palomas.
A partir de entonces, bandadas de palomas viven en Capadocia en harmonía con los humanos que allí habitan. Y desde entonces los humanos cuidan a las palomas que ahora viven en las llamadas, chimeneas de las hadas.

Texto y foto; Miguel Adrover Caldentey

martes, 16 de febrero de 2010

Una lección de humildad

“Cuando aquel vanidoso rey salvó la vida del indigente, no sabía que estaba ayudando al Dios de los Deseos. Una vez realizada la
buena acción, el Dios cambió totalmente de aspecto, abandonó los harapos y ya con su verdadero rostro y sus ropajes le dijo al rey:

—Tú me has ayudado desinteresadamente, esta acción te da el derecho a que un deseo tuyo sea cumplido.

Sin pensárselo el rey respondió:

—Sólo deseo ser más alto que el resto de mis vasallos, y así, de
esta manera poder mirarlos desde arriba y que ellos siempre tengan que levantar la cabeza para poder mirarme a los ojos.

Desde ese momento, cada vez que el rey hablaba con alguien o
estaba en una reunión, siempre miraba a los demás desde arriba, se sentía superior.

Aquel sentimiento de superioridad que crecía dentro de él, hizo
que rápidamente empezara a tratar con despotismo a sus vasallos, que tomara decisiones injustas, su engreimiento fue tal, que los sirvientes empezaron a temerle, y poco a poco, el pueblo fue alejándose de él.

Con el paso del tiempo, el rey fue quedándose solo, los siervos de palacio le evitaban, su familia, día a día se alejaba más y más, y él empezó a estar triste al ver la realidad a la que su soberbia le había conducido.

Llegó un día que el rey salió a pasear por la ciudad y vio como un grupo de ciudadanos al percatarse de su presencia, giraron hacia otra calle para evitar cruzarse con él. Un arrebato de furia recorrió todo su cuerpo y empezó a correr con la intención de alcanzarlos, pero un tropiezo hizo que se diera de bruces contra el suelo.

Únicamente un niño acudió en su ayuda, le ofreció la mano y tiró de él para que se levantara, cuando el rey, emocionado, agradeció el gesto, aquel niño de nuevo se convirtió en el Dios de los Deseos.

—¿Cómo estás Majestad?

—He aprendido la lección. Dios, por favor, libérame de mi anterior deseo.

—¿Qué lección has aprendido?

—He aprendido que un hombre únicamente tiene el derecho de mirar a otro desde arriba cuando le esta ayudando a levantarse.

En aquel momento el Dios liberó al rey de su anterior deseo.
 
Texto; Extracto de una historia oriental adaptada por Miguel Adrover Caldentey (Cuentos de sabiduría)
Foto; Manos Unidas (Google)

lunes, 15 de febrero de 2010

Elijo ser mar

A veces, cuando despierto, me propongo ser roca, sentir que puedo frenar el golpeteo de cualquier cosa aunque sea insistente, que no puedo ser taladrado, que puedo desafiar el mayor de los temporales.


Luego, según va pasando ese momento, me amoldo de nuevo a ser mar, me proporciona la posibilidad de tener movimiento, de sentirme vivo, de poder acariciar a la roca, o de estrellarme en ella a pesar de que sé que no se moverá, transformo mi azul en blanca espuma, cuando quiero ver más arriba me evaporo y me convierto en nube y si estoy en un momento bajo, cabalgo a lomos de una ola, estallo en mil pequeñas gotas y luego de nuevo me puedo reunir en mi mismo.
 
Texto y foto; Miguel Adrover Caldentey