sábado, 4 de septiembre de 2010

Viaje interior 7 (Los maestros)

Deseo fervientemente que no estés leyendo esta serie de entradas con el objetivo de que alguien te marque el camino de tu viaje interior, me encantará saber que ya no crees en gurús, que ya no crees en líderes, que crees ya en ti mismo, que crees en ti misma.

La senda abierta por otros existe, esta delimitada, puedes seguirla, claro que si, pero ten cuidado cuando esa senda abierta eclipsa la que tu estás abriendo, (aunque sea la misma).

Concédete el placer de descubrir por ti mismo cada recoveco de este viaje, de este camino, probablemente sea el más importante que realices a lo largo de tu vida, quizá te lleve toda la vida realizarlo, pero será en el que más universos descubras, universos interiores que te permitirán abrir los ojos al exterior, alimentando tus ansias de conocimiento desde una diferente manera de existir.

Quizá tu mayor logro sea llegar a no saber, o quizá comprender la alquimia, o probablemente nada de ello, pero si serás capaz de sentirte a ti mismo desde una manera nueva de ver lo que te rodea, desde dentro hacia fuera, no estarás condicionado ni coaccionado por las imágenes que otros hayan compuesto para si mismos.

Probablemente la primera impresión al leer los párrafos anteriores sea pensar en la dificultad que comporta ello, nadie dijo que fuera fácil, pero evitando los gurús, los lideres podemos centrarnos en los maestros, en esos que realmente importan a lo largo de nuestro viaje interior, esos de los que podemos entresacar enseñanzas hoy y que quizá nos sirvan mañana, esos que se cruzan por un instante en nuestros caminos y aunque sea cruzando una mirada vemos en ellos esa luz que nosotros buscamos en nuestro camino.

Todos recordamos a profesores que en nuestra enseñanza académica se nos atragantaban se nos hacían pesados, no había manera de interpretar sus explicaciones, es más, no las entendíamos y para poder llegar al concepto que nos iban explicando debíamos hacer equilibrios entre los libros de texto y las enciclopedias o buscar a alguien que nos lo explicara de nuevo, eran profesores, empeñados en que aprobáramos el curso, en enseñarnos a examinarnos, apoyados sobre textos que otros habían escrito, simplemente profesores, no maestros.

Otros de los que se cruzaron en nuestros caminos intentaban educar nuestros modales, nuestras posturas, nuestros hábitos, muchas veces eran cercanos, afables, con mayor o menor fortuna intentaban modelarnos, eran educadores, no maestros.

En contrapartida, en nuestro camino nos cruzamos muchas veces con maestros, personas que sin formación académica, o sí, ejercen un maestrazgo casi siempre de forma inconsciente, un maestrazgo sencillo, de forma directa. Quizá no les reconoceremos, pero percibiremos el aprendizaje escondido en una cita, en una risa, percibiremos su contacto directo con la realidad y la tierra. Percibimos su manera de vivir, no importa religión, ni edad, ni cultura, ni nacionalidad, nada de ello está ligado con lo que podamos aprender de ellos.

Alguna vez desearemos quedarnos un tiempo a su lado, escuchando, otras pasaremos de puntillas para no molestar su silencio, en otras reiremos, bailaremos y brindaremos con ellos, aprenderemos de ellos todo, todo menos como realizar nuestro viaje interior, y que ellos únicamente pondrán a nuestro alcance las herramientas necesarias para que lo realicemos nosotros mismos.

Expresiones tan sencillas como que lo más importante en una vida es nacer, o que nuestro destino es simplemente morir pero que entre y entre hay toda una vida que podemos aprovechar, creo que es una de las enseñanzas que más recuerdo de uno de estos maestros que un día se cruzaron en mi camino.

PD: Gracias a todos los que habéis seguido esta serie del viaje interior, voy a seguir trabajando en ello ya que estos sencillos post que he ido subiendo forman parte de un proyecto mucho más amplio que espero pronto vea la luz y poder comunicároslo.



Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Viaje interior 6 (La muralla)

Desde que tomamos consciencia de que el mundo, la sociedad, nuestro alrededor más próximo, no siempre van a la misma velocidad o en el mismo sentido que nosotros mismos, intentamos proteger nuestro interior construyendo una muralla imaginaria que es nuestro seguro y defensa, es ese rincón donde nos sentimos a salvo, ese espacio donde podemos refugiarnos cuando nos asustamos, esa área en la que podemos ser nosotros mismos. Al mismo tiempo se va convirtiendo en una fortaleza de la que cada vez es más difícil salir sin que sintamos el agobio de ser cuestionados, sabemos que muchas veces debemos disfrazarnos para caminar sin llamar la atención.

Los ladrillos con los que hemos construido la muralla los hemos ido recogiendo de manos ajenas que “siempre por nuestro beneficio” nos han ido dando consejos, “eso no lo digas allá, en ese lugar compórtate así, esta manera de pensar te traerá problemas, ya estás otra vez con tus locuras, demuestra que eres un hombre, compórtate como una mujer” miles de consejos con los que nosotros mismo vamos construyendo nuestra muralla tras la cual nos refugiamos a menudo.

Pero que ocurre el día en que dejamos de cuestionarnos tantas cosas, el día que queremos dejar atrás esa muralla, el día en que me propongo no sentirme discriminado por ser yo mismo, que ocurre ese día, Ese día debemos enfrentarnos a la seguridad de que abandonando nuestra muralla defensiva nos volveremos permeables a todo lo que suceda en el exterior, y el primer paso será abrir los candados que nosotros mismos hayamos instalado y vencer el miedo que nos provocó que un día fuéramos almacenando ladrillos para refugiarnos tras ellos.

Ese día deberemos plantearnos seriamente si lo que deseamos es acaparar o crecer, si nuestro objetivo es acaparar, dinero, conocimientos, bienes, no es necesario salir de esa muralla, quizá debamos plantearnos reforzarla, blindarla mejor, encerrar nuestro yo interior en su parcela y dejarlo allí, mientras mi mente y mi yo material pueden seguir en una sociedad de consumo que venera a los triunfadores.

Si en cambio deseamos crecer abriremos las puertas de par en par, derribaremos muros, será un renacer en nosotros mismos, nos decidiremos a caminar, a recorrer nuevos caminos y experiencias, dejaremos que nuestro yo interior fluya y se equipare con nuestra mente, empezaremos a sentirnos uno con el universo.

Derrumbar esa muralla no será fácil, nos traerá consigo el tener que enfrentarnos a antiguas preguntas, a mirar de frente a antiguos y nuevos temores, a recomponer esquemas, pero también nos servirá a tener que encontrar soluciones, a orientar nuestra vida, a sentir nuestra personalidad conectándonos con nuestra búsqueda, y a desprendernos de esa sensación de sentirnos controlados por tener que refugiarnos tras esa muralla que habíamos ido construyendo.

Solo entonces, cuando la hayas derribado completamente, te darás cuenta de que más que un refugio era un límite y que una muralla siempre divide, que lo que realmente es una muralla es una separación, una estructura mental que propiciaba el conflicto entre el interior y el exterior, que no te dejaba la oportunidad de contemplarte como parte de un todo. Y solo entonces serás capaz, al no haber limitación, al no haber separación de sentirte como una parte de ese todo.



Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey

domingo, 29 de agosto de 2010

Viaje interior 5 (La coherencia)

Muchas veces, mientras recorremos el viaje interior de cada uno, nuestros actos de hoy se pueden encontrar en confrontación con los del ayer, nos sumergimos en tal vorágine de pensamientos, de ideas, de sensaciones, que nos parece que nuestra vida es un número de circo que se desarrolla a una velocidad increíble, nos sentimos trapecistas y demasiadas veces dudamos si tenemos red que nos proteja en caso de caernos, entonces surgen los temores, y esos incrementan todavía más nuestras dudas.

Es entonces cuando quizá conviene examinar nuestra manera de vivir y sentir, sobretodo, si en ella existe la coherencia.
Si buscamos en el diccionario la palabra coherencia nos la definirá como;
1. f. Conexión, relación o unión de unas cosas con otras.
2. f. Actitud lógica y consecuente con una posición anterior. (Lo hago por coherencia con mis principios)

En el viaje de cada uno, en nuestra vida, la coherencia siempre será muy importante a la hora de no entrar en contradicciones entre nuestro yo interior y nuestra mente pensante, quizá esa coherencia es nuestra mejor ayuda para entender que cada uno de los cambios que se van sucediendo en nosotros mismos, son cambios en pos de una evolución que vamos aceptando cuando la comprendemos y a la que llegamos con mayor o menor rapidez en nuestra vida, (cada caminante tiene su paso).

Y lo más importante, esa coherencia nos hará aceptar con plenitud que somos entes cambiantes, que no seguimos una línea recta y preestablecida, sino que podemos cambiar, que podemos virar de manera de ver y pensar, y que ello no es malo cuando estamos siendo fieles a nuestra manera de sentir y de pensar.

¿Quién me obliga a no cambiar de pensamiento?, la única respuesta que debemos aceptar y que debemos considerar como valida es; Nadie. Quizá hoy me atraiga más una religión que otra, quizá me incline a seguir una corriente filosófica en vez de la que estaba siguiendo, o sencillamente, antes me gustaba más la playa y ahora adoro la montaña. Pero lo que es importante es que sea coherente en cada momento con mi manera de vivir, mi manera de respetar, mi manera de sentir lo que estoy haciendo.

Esa coherencia en mi manera de sentir y vivir no tiene nada que ver con que sea contradictorio con mi forma de actuar o pensar anterior, que varíe mi rumbo, que mis actuaciones de hoy en algún momento sean contradictorias con las que pude hacer en el pasado. Probablemente mi viaje interior, así como voy abriendo puertas, así como se van derribando muros, ese camino que descubro cada día propicie que vaya cambiando en mis actuaciones.

Si nos anclamos en lo que un día creímos como un ideal, en lo conocido, o simplemente en lo aceptado, quizá un día tengamos que respondernos a una pregunta crucial, ¿Porqué no fuimos realmente nosotros mismos? Si no hay respuestas, esa pregunta dolerá, y dolerá mucho.

Seamos conscientes de que podemos cambiar, y después del cambio, un día quizá nos preguntemos porque anteriormente no tomamos esa u otra decisión, si ese día llega, entonces sencillamente y con coherencia debemos poder respondernos que en ese momento sentíamos lo que estábamos viviendo, actuábamos de acuerdo a nuestros ideales, creíamos en lo que estábamos haciendo, y lo considerábamos lo correcto y adecuado.

Tenemos que ser conscientes en nuestro interior del engaño al que nos sometemos nosotros mismos cada vez que actuamos de manera diferente a la que sentimos para lograr que alguien apruebe nuestras actuaciones, cuando lo hacemos para satisfacer a otros renunciando a nuestra manera de ser, cuando nuestra actuación provoca una ruptura entre lo que pensamos y lo que sentimos, o entre lo que sentimos y lo que hacemos.

Si conseguimos esa coherencia en nuestro interior independientemente de nuestras actuaciones exteriores, si en nuestra manera de vivir y sentir seguimos esa línea de coherencia, nos posibilitará a que nuestra línea de pensamiento pueda ser evolutiva, cambiante, abierta, exploradora, insaciable. Y ello nos supondrá que entre nuestro interior y nuestro yo pensante no se produzcan fisuras que nos hagan sentir esas rupturas de personalidad que muchas veces vienen dadas por una manera de actuar incongruente con uno mismo, provocada por el servilismo hacia la manera de actuar, de vivir, de sentir, de otros o de la sociedad.



Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey