jueves, 7 de octubre de 2010

nuestro entorno

El ser humano, en su avance, con la locura que le caracteriza, está destruyendo las últimas áreas salvajes o naturales; está extinguiendo especies de plantas y animales; en su industralización ganadera y agrícola está perdiendo especies y variedades domésticas de plantas y animales; está contaminando el mar, el aire, el suelo y las aguas, y el medio ambiente en general.


No, no es un discurso pesimista, basta mirar a nuestro alrededor, ver las noticias, leer los periódicos, y nos daremos cuenta de que es una realidad palpable, desastres como los del Golfo de México, como lo de Hungría ahora, o como lo de Aznalcoyar hace unos años, deberían hacernos reflexionar si realmente la seguridad del planeta esta en buenas manos, cualquier día, en uno de esos accidentes nos cargaremos no ya una región entera, ni un país entero, sino algo mucho más grave.


De seguir este proceso, si no enmendamos nuestras acciones, si los que tienen que velar por la seguridad medioambiental no lo hacen, si sigue prevaleciendo la obtención de beneficios a corto plazo sobre la seguridad de las instalaciones, o si se sigue traficando impunemente con el territorio, las generaciones futuras no podrán ver ya muchas cosas que hoy tenemos el placer de ver. Es más, el ser humano no sólo está empobreciendo su entorno y a sí mismo, sino que está comprometiendo su propia supervivencia como especie.

Zonas de costa que desaparecen literalmente bajo el asfalto, cemento y hormigón convertidas en urbanizaciones masificadas que el día de mañana, cuando otro destino turístico sea más ventajosos quedaran como ciudades fantasma, fabricas que siguen utilizando balsas de lodos contaminados que un día revientan, y que cuando dejen de usarse habrán contaminado todo el subsuelo, industrias que siguen usando pesticidas, ácidos, metales pesados, humos cargados de toxinas que van directamente a la atmósfera. ¿Qué nos quedará el día de mañana? Imágenes, documentales, museos, o pequeñas zonas protegidas como reservas para recordarnos lo que un día tuvimos.


Haber disfrutado durante estas dos últimas semanas de espacios naturales, de zonas sin todavía contaminar, y a la vez transitar por autenticas moles de hormigón y cristal buscando estos reductos, hace que una vez más reafirme mi convicción de que tenemos que hacer lo posible y cuidar el medio ambiente para que todos podamos disfrutar del planeta.
Por pequeña que sea nuestra contribución, es muy importante. Y no, no nos cansemos de denunciar, de hacer saber en voz alta que el planeta es de todos, no de unos pocos que especúlan con él. Que queremos seguir disfrutando de los amaneceres, de los reflejos de la luna sobre el mar, de las piedras límpias sobre la arena, y del agua transparente.

Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey

miércoles, 6 de octubre de 2010

Libertad

Hoy, pocos días después del regreso de dos exaustivas semanas viviendo con intensidad cada una de las playas del bellísimo Portugal, su mar y sus gentes, su sol y su brisa, su tranquilidad y la fiereza de sus oleajes, todavía sin recuperarme del cansancio físico, pero con el espíritu y el interior lleno de experiencias, de descubrimientos y de una maravillosa sensación de libertad, vuelvo al Blog, quince días sin mirarlo y sin echarlo en falta, pero con el deseo de volverme a poner al corriente y de seguir transitando este camino en el que tantos compartimos sensaciones y emociones.


Y la sensación que más se ha prendido en mí durante todos estos días es la de libertad, quizá porque pude pasar tiempo mirando las bandadas de gaviotas volando libres, quizá porque pude disfrutar de la compañía de los delfines nadando libres, quizá porque pude observar los inmensos arenales libres, o a aquellos que conseguían cabalgar sobre las olas, o quizá porque sentí la libertad acompañándome cada instante.

Cada etapa de la vida es una y diferente, ahora puedo disfrutar de esa capacidad natural del hombre que quizá no había sido capaz de desarrollar en su totalidad. Ahora creo que por fíin he comprendido que Libertad es la capacidad que tiene uno mismo de realización personal junto al medio y los demás sin dañar pero haciendo lo que quiere, llegado ese momento puede ser capaz de pensar, sentir y vivir según su propia naturaleza.


Claro que soy consciente de que esta libertad es utópica, frenada con asiduidad, generalmente por la represión principalmente de dos factores: la sociedad y la autocensura.

Queramos o no, la sociedad, cualquier sociedad tiende a reducir el espacio de la persona, ya que se sostiene a base de normas, establecidas o incorporadas desde el costumbrismo, normas que se convierten en exigencias que el individuo debe cumplir para encajar en esta. La persona o individuo que antepone preocuparse de satisfacer sus pensamientos, desarrollar su naturaleza al margen de la masa, o de vivir según sus ideales, normalmente es rechazada por la sociedad siendo considerada antisocial. La sociedad no deja espacios a individuos, solo es una gran masa que no da lugar a diferencia.
Claro que hay que reconocer que en la sociedad actual es necesario establecer normas y leyes, ya que si no todo se transformaría en un caos. No me refiero a esas leyes, sino a las no escritas, modas y modismos, costumbres llamadas sociales, o simplemente la facilidad con la que todos por comodidad a veces nos dejamos manejar desapareciendo entre la masa, quizá porque allí nos encontramos protegidos del “que dirán”

Estas dos semanas sintiendo esa libertad, esa posibilidad de ser y decidir, caminando, sintiendo como elegía por mi mismo, me ha hecho creer que algún día será posible esa libertad, pero para que ello ocurra es necesario un cambio de mentalidad, es necesario que la gente se preocupe por cosas y no de banalidades o prejuicios adquiridos ancestralmente y que llevamos prendidos como herencia de un pasado o como abanderados de un futuro del que nada en claro tenemos, para cambiar se necesita una mentalidad que dé espacio a diferencias, aceptando que cada ser humano es distinto. Empezar a preocuparnos de nosotros mismos, de vivir nuestra vida, dando espacio a los demás para que vivan la de ellos y hagan lo que sientan, sin la preocupación constante de críticas o malas miradas. Lo más importante es comprender que desde nuestra libertad es necesario respetar la del otro para poder conseguir el objetivo de vivir tranquilos y armónicamente.

Un saludo a todos.

Texto y fotos; Miguel Adrover Caldentey