lunes, 18 de enero de 2010

Una nariz roja y unos zapatos grandes


Para uno de los colectivos que más admiro, ya que consiguen

sonrisas donde hay dolor, ya que consiguen que la magia llegue

donde únicamente hay batas blancas, escribí:



“Hubo una vez un hombre temeroso de Dios, un hombre que

cumplía los preceptos de la religión, pero que encontraba a faltar

algo. Tenía dentro de sí una necesidad. Él la sentía, a pesar de no

saber exactamente cuál era.

Cuando aquel hombre vio que el Creador se dirigía hacia él, se

asustó. No sabía qué hacer ni cómo actuar, pero aún así esperó su

llegada; quería saber qué pasaría.

El Señor miró a uno y otro lado, fijó sus ojos en él y sin darle tiempo

a reaccionar le preguntó:

—Amigo mío, ¿cuál es la mayor ilusión que puedes tener a lo

largo de tu vida?

Cuando escuchó la pregunta que le había hecho el Señor, sabiendo

que no era cuestión baladí la respuesta, buscó en su interior y

enseguida contestó.

—Oh Señor, yo no tengo como meta ni fin comprenderte a Ti

ni a tu Creación. El universo, el infinito y hasta el mundo donde

vivo son cosas demasiado grandes para ser comprendidas por mi.

Se escapan a mi entendimiento. Pero sé que si las creaste fue por

alguna razón.

Tampoco tengo como intención comprender el dolor y el sufrimiento

de los hombres. Quiero creer que si los pusiste en este

mundo, lo hiciste por alguna circunstancia, aunque no pueda entenderlo.

Pero me gustaría poder aliviar el sufrimiento a los más pequeños.

Me gustaría poder hacer sonreír a los niños que están enfermos, me

gustaría poder cambiar este sufrimiento y ese dolor por la alegría de

una sonrisa, abrir una ventana de esperanza en sus corazones, aunque

fuera por unos minutos.

—Entonces, ¿Por qué no lo haces? —Le preguntó el Creador.

—No tengo ni instrumentos ni medicinas, no tengo estudios, no

soy médico ni enfermero, te prometo que si pudiera, lo haría.

—Tienes lo mejor que puedes utilizar para conseguirlo, con ese

poder puedes mejorarlo todo.

—No te entiendo, únicamente tengo una nariz roja y unos zapatones

muy grandes. Se reirán de mí.


—Hazlo así, hazles reír, cada sonrisa suya, será también una sonrisa

mía.




(Dedicado a La Sonrisa Médica, payasos de hospital que saben

cómo conseguir hacer reír a todos los pequeños que tienen que

pasar por una clínica).

Texto; Miguel Adrover Caldentey
Ilustraciones; Internet
http://www.sonrisamedica.org/

5 comentarios:

  1. UNA NARIZ ROJA
    UNOS ZAPATOS GRANDES
    LA MIRADA DE UN NIÑO
    BROTAN LAS SONRISAS!!!!

    ME SUMO A TU RECONOCIMIENTO...!!!!
    Y
    APROVECHO PARA SALUDAR A MIS COMPIS VOLUNTARIOS
    DEL HOSPITAL DEL NIÑO JESÚS, AQUÍ EN MADRID,
    CON QUIENES HE COMPARTIDO TAN BUENOS MOMENTOS
    Y MUCHAS SONRISAS!

    POR EL VALOR DE UNA SONRISA, QUE NO CUESTA NADA
    Y
    VALE MUCHO!

    SALU2S RISUEÑOS A TO2S!!!!

    TE ESPERO EN "EL PAÍS DE LOS BOSQUES", CON "LA ANJANA DEL DESEO"

    Bss!

    MALENA

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  2. Voto por ello y me uno a tu reconocimiento.
    Bonito escrito, dice mucho de ti....

    Un abrazo con nariz roja incluida!!

    Miren.

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  3. Hola! Me uno también a tu reconocimiento!! A ellos que provocan risas compartidas y sanan el alma!! Abracitos y bendiciones!!

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  4. Mil aplausos para ellos, y otros tantos a tí, por este hermoso homenaje.
    El Amor es tan sencillo como un niño, no lehace falta comprender, no lo hace falta pensar, no le hacen falta respuestas ni preguntas, solo actuar.
    De un corazon asi, solo sale una indescriptible belleza: la ternura, solo Amor puro en acción.
    Mil sonrisas para ellos, mil abrazos y todo nuestro reconocimiento.
    Un fuerte abrazo Miquel, siempre recordando a los no recordados, por ello también mi total reconocimiento.
    La felicidad es más dar que recibir, leí ayer.

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  5. Qué hermosura! Me emociona. :) Y qué lindo es poder ayudar a la gente con lo poquito que uno pueda dar. Besos!!

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